Edición 2024: ETAPA 5 BOUDNID – BNI TADJITE - BOUARFA

Texto: Ayoze Álvarez
Traducción: Elvira Avilés
Foto: Jota Alemán ( VER  FOTOS)

(English Version Below)

Penúltimo capítulo de la Santana Trophy de 2024. A estas alturas, la suerte está echada para casi todos. Para que exista la gloria debe haber derrota como condición. Son las reglas de la vida. El Santana 2500 del equipo #80, un habitual de este raid, hoy no sellará salida. Su caja de cambios decidió caer con heroísmo al final de la Etapa Marathon.


En el briefing se advierte del error común de relajarse ante las etapas cortas como la de hoy. La relajación en el desierto es traicionera y un error imperceptible puede provocar que el dominó de complicaciones haga tambalear todas sus fichas hasta el amanecer.

El Defender 110 del dorsal #40 lidera la etapa y los equipos escoceses, #50 y #52 pertrechan sus viejos Series de gasolina y arrancan voluntariosos a su zaga. En este primer enlace por carretera ascendemos adentrándonos en un cañón por cuyo fondo discurren todavía tímidos cordones de agua regando palmerales. 

La bella máquina verde militar del Serie II de 1963 se recorta a contraluz con la silueta de las ruinas de un ksar mientras por la carretera los lugareños a lomos de asnos negros lo observan con curiosidad.

Cambiamos el paisaje y saltamos sobre grandes rocas. Cruzamos un pedregoso oued y sin transición llegamos a la escalera de piedra que es la pista del Col d´Belkassem. Los copilotos lanzan pie a tierra y trepan por la empinada cuesta dirigiendo a sus compañeros que con reductora, paciencia y algún que otro golpe inesperado van rebotando a los Land Rover cuesta arriba. Los viejos Santanas escalan sin problema, rudos en su hábitat natural. Los Defender y los Aníbal, más pesados y voluminosos, tiran de potencia. Sin embargo, se necesita más pericia que cilindrada. 

El sol comienza a pesar y tras coronar la cima los vehículos se asoman a un balcón de inmensidad y descubren un paisaje radicalmente diferente al que acaban de dejar atrás. Un plateau de tonos marrones que no parece tener fin. Para alcanzarlo hay que bajar una pista con el ancho de paso de un solo coche y un corte limpio a la caída.
 
El equipo #60, el pequeño camión Santana 2000, lidera a un convoy de varios y coloridos 88. Van apareciendo construcciones cuadradas de muros de piedra que una vez fueron habitadas por personas en vez de por la arena y el polvo. Las tonalidades del suelo van del sandglow al negro sin gradaciones intermedias.

Entre un desfiladero de piedras de formas redondeadas esculpidas por el viento, una pista lleva a los Land Rover a pasar al lado de charcos poco profundos pero repletos de vegetación. Croan las ranas y retumba el eco de trinos de pájaros de estas latitudes. Algunas mujeres bereberes tienden a secar sobre la roca sus telas tejidas.

El Santana Aníbal #36 vuelve a dar síntomas de fatiga antes que el día llegue a su mitad y readapta su ruta por carretera. Los equipos ahora ruedan por pistas que permiten cierta velocidad, pero muy bacheadas y rotas, con algunos cortes de oued bruscos que obligan a clavar los frenos. Los Land Rover Santana 109 Especial de los equipos holandeses #30 y #41 cabalgan sin ataduras, ladeándose largos y pesados exhibiendo su voluptuosidad sobre las ballestas.

El mediodía se abalanza sobre nosotros y junto a un anchísimo oued seco los equipos almuerzan compartiendo la sombra de las pocas pero gigantes acacias. Al otro lado del río pistas rapidísimas junto al cinturón de arena fina acumulada en las orillas. Junto al control horario, que impide el paso hasta las 15:00, se arremolinan casi todos los Land Rover que siguen en carrera. Justo en este punto el #60 tiene problemas, pero logrará sobreponerse y continuar.

Por delante se abre un bosque de acacias que va extinguiéndose hasta convertirse en una llanura inacabable con su alfombra de camelgrass donde sólo sobreviven los pastores de camellos y sus exóticas bestias. Sobre dos aisladas ruinas unos cuervos ni nos prestan atención. Las pistas son rectas, pero se entrecruzan y se pierden y con ellas los equipos que frenan, dan marcha atrás, recalculan y aprietan el acelerador dejando a su paso enormes estelas de arena que los envuelven haciéndolos desaparecer a la vista rumbo al último bivouac.
 
Mañana todos descansarán por fin en el hotel que cerrará la edición de 2024 entre abrazos, batallitas y buenas palabras. Pero por lo pronto, esta noche, los faroles de las jaimas del desierto seguirán iluminando hasta el amanecer y nos esperarán un año más hasta la próxima balada en la arena.

STAGE 5 BOUDNID – BNI TADJITE - BOUARFA
Text: Ayoze Álvarez
Translation: Elvira Avilés
Photo: Jota Alemán

Second to last chapter of the Santana Trophy of 2024. At this point, fate is sealed for almost everyone. The #80 team's Santana 2500, a regular in this raid, will not seal its departure today. Its gearbox decided to gallantly give in at the end of the Marathon Stage.

During the briefing, there's a warning about the common mistake of relaxing during short stages like today's. Relaxation in the desert is treacherous, and an imperceptible error can cause a domino effect of complications, shaking all their pieces until dawn.

The #40 team's Defender 110 leads the stage, and the Scottish teams, #50 and #52, equip their old gasoline Series and start eagerly behind them. In this first road link, we ascend into a canyon where timid watercourses irrigate palm groves. The beautiful military green 1963 Series II stands out against the silhouette of the ruins of a ksar while locals on black donkeys observe with curiosity from the road.
The landscape changes as we leap over large rocks. 

We cross a rocky oued, and arrive at the stone staircase that is the track of Col d'Belkassem. Co-pilots dismount and climb the steep slope, directing their companions who, with low gear, patience, and the occasional unexpected bump, bounce the Land Rovers uphill. The old Santanas climb without a problem, rugged in their natural habitat. The Defenders and Aníbals, heavier and bulkier, rely on power. However, skill is needed more than horsepower. 

The sun starts to weigh on the teams, and after cresting the summit, the vehicles peer out over a balcony to discover a landscape radically different from the one they just left behind. A plateau of brown hues that seems to have no end. To reach it, we must descend a track with the width of a single car and a clean drop-off to one side. Team #60, the small Santana 2000 truck, leads a convoy of various colorful 88s. Square stone constructions, once inhabited by people instead of by sand and dust, start to appear.
Between a gorge of rounded stones sculpted by the wind, a track leads the Land Rovers past shallow pools teeming with vegetation. Frogs croak, and the echo of birdsongs resonates from these latitudes. Some Berber women are seen drying their woven fabrics on the rocks.

The Santana Aníbal #36 shows signs of fatigue again before the day reaches its midpoint and readjusts its route by road. Teams now roll on tracks that allow some speed but are very bumpy and broken, with abrupt oued cuts that force hard braking. The Dutch teams' Santana 109 Specials, #30 and #41, ride without constraints.

Noon descends upon us, and beside an extremely wide dry oued, the teams stop for lunch, sharing the shade of the few but giant acacias. On the other side of the river, there are lightning-fast tracks alongside the belt of fine sand accumulated on the banks. Almost all the Land Rovers still in the race gather near the time control, which prohibits passage until 3:00 p.m. Right at this point, #60 encounters problems, but they will overcome them and continue.

Ahead, a forest of acacias opens up, dwindling into an endless plain with its carpet of camelgrass, where only camel herders and their exotic beasts survive. Ravens pay no attention to us on two isolated ruins. The tracks are straight, but they intersect and fade away, along with the teams that brake, reverse, recalculate, and hit the accelerator, leaving behind huge trails of sand that envelop them, making them disappear from view heading towards the final bivouac.
 
Tomorrow, everyone will finally rest at the hotel that will close the 2024 edition amid hugs, tales, and kind words. But for now, the lanterns of the desert tents will continue to illuminate until dawn, and they will wait for us once again next year, for the next ballad in the sand.