Texto: Ayoze Álvarez
Fotos: Jota Alemán
Traducción: Elvira Avilés
(english version below)
Un gris sólido de nubes hace albergar al amanecer alguna esperanza de que el día se mantenga cubierto y el calor abrasante de la jornada anterior no se repita pero, entre ojalás o inshallahs, el cielo se despeja rápido y el sol muestra sus cartas sin dar pie a equivocación. Preparen sus gorras, sus sombreros o a lo que se quieran acoger, parece decir.
La etapa de hoy se llama “Las Arenas” y el recuerdo del primer paso de dunas de la segunda etapa, con los Land Rover clavados y sus ocupantes intentando liberarlos acude rápido a la mente. Durante el Santana Trophy uno puede llegar a creerse que lo que pasó hace apenas dos días quedó muy atrás en el pasado pero no debe engañarse porque los souvenirs del desierto regresan como un flash a la retina. Todos, en definitiva, llevan listos y a mano manómetros y compresores. La pauta clave, la fe a la que acogerse, es bajar presiones y que la reductora haga el resto.
Los equipos impares salen primeros. Se impacientan, quieren navegar ya el río de arena y que la posibilidad del naufragio se disipe rápido. Sin embargo, al abandonar el campamento de Maadid, lo primero que se encuentran las ruedas de los Santana y los Defender es un paso angosto, rocoso, escalonado y vertiginoso con cortados a ambos lados que no permiten el error. Algunos tiran de reductora mucho antes de lo que pensaban. Lo que en algún momento fueron minas que horadaron la tierra en busca de minerales ahora son pasos broncos que retan a la mecánica de la vieja caravana.
Los pares van recortándole espacio a sus compañeros, que se ven en algún apuro de navegación con opiniones divergentes sobre qué rumbo seguir, ya no sólo entre diferentes coches, sino dentro de los mismos. Una cuesta de gran desnivel pasa al lado de bloques de piedra labrados por la mano de antiguos trabajadores que dejaron sufrimientos aquí, tan abandonados como el poblado de Mfis por el que también cruzamos. Una masa de paredes de piedra apiladas que se desmoronan en las que un día vivieron los trabajadores antes de que explotar aquellos valles dejara de ser rentable.
Rumbo a Erg Chebbi. Ya es hora de testar las dunas. En el último terreno firme los equipos se arremolinan para bajar presiones de neumáticos. Todo se comprueba, se coge aire, se agarra el volante con firmeza y para adentro. Solos o en pequeños grupos van avanzando a bandazos y a revoluciones altísimas. Los primeros kilómetros de arena alternan ramblas amplias y pasos angostos entre los arbustos que desafían al desierto. A parte de algún pinchazo, nadie se queda atrás. Por el contrario, algunos se quitan rápido de encima sus temores y pasan al siguiente escenario: una pedregosa montaña rusa de cambios de rasantes y colores grises y rojos de otro planeta. La velocidad se duplica en comparación al Erg Chebbi y el mediodía empieza a asfixiar.
Un pequeño enlace de carretera nos lanza ahora a otro paraje diferente y excepcional. A ambos lados de un riachuelo de arena montañas alisadas caprichosamente por el viento nos enfilan hacia un largo bosque de espinosas acacias con pistas que serpentean entre ellas como riachuelos y que llevan a los mismos sitios.
Es lo último verde que veremos. Otro pequeño Erg rápido y de nuevo piedras afiladas y pistas que caracolean entre excavaciones mineras en activo en un paraje donde nadie esperaría que ningún ser vivo pudiese aguantar. Es lo último. La etapa de la arenas se ha convertido en la etapa del sol asfixiante. La llegada al campamento de Maadid se alarga con caras cansadas pero satisfechas. Todos hoy han enfrentado sus propios miedos y todos, sin excepción, los han vencido.
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Photos: Jota Alemán
Translation: Elvira Avilés
A solid grey of clouds gives us hope at dawn that the day will remain overcast, and that the scorching heat of the previous day will not be repeated. But, among ojalahs or inshallahs, the sky clears quickly and the sun shows its cards without any room for error. Get your caps, hats or whatever you want to wear, it seems to say.
Today's stage is called “The Sands" and the memory of their first dune pass during the second stage, with the Land Rovers pinned down and their occupants trying to free them, quickly comes to mind. During the Santana Trophy, you might think that what happened just two days ago is long in the past, but don't be fooled, because the souvenirs of the desert always come flooding back. Everyone, after all, has pressure gauges and compressors at the ready. The key guideline, the faith to live by, is to lower pressures and let the gearbox do the rest.
The odd-numbered teams start first. They are impatient, they want to navigate the sandy river now, so that the possibility of shipwreck dissipates quickly. However, when they leave the Maadid bivouac, the first thing the Santana and Defender wheels come across is a narrow, rocky, steep and vertiginous pass with steep cliffs on both sides that don't allow any mistakes to be made. Some use the reduction gear much sooner than they thought. What were once mines that drilled gashes into the earth in search of minerals, are now rough passes that challenge the mechanics of the old caravan.
The even numbered teams are gaining on their companions, who find themselves in a navigational predicament with divergent opinions on which way to go, not only between cars, but within them. A steep slope passes by stone blocks hewn by the hand of former labourers who left their suffering here, as abandoned as the village of Mfis which we also cross. A crumbling mass of stacked stone walls where workers once lived before the valleys were no longer profitable to exploit.
On to Erg Chebbi. It's time to test the dunes. On the last firm terrain, the teams are swarming around to lower the tyre pressures. Everything is checked, and everyone takes big last gulp of air and grips the steering wheel firmly, and off they go! Alone or in small groups, the teams move forward at very high revs. The first few kilometres of sand alternate between wide ravines and narrow passes through desert-defying bushes. Apart from the odd tyre puncture, no one was left behind. On the contrary, some quickly shake off their fears and move on to the next stage: a rocky rollercoaster of gradient changes and otherworldly reds and greys. The speed doubles compared to the Erg Chebbi and the midday sun begins to suffocate.
A small road junction now takes us to another different and exceptional spot. On both sides of a sandy stream, mountains smoothed whimsically by the wind lead us into a long forest of thorny acacia trees with tracks that wind between them like creeks and lead to the same places.
It is the last green we will see. Another quick little Erg and again sharp stones and tracks winding between active mining excavations in a place where no one would expect any living thing to be able to hold on. This is the last of it. The sandy stage has become the stage of the suffocating sun. The arrival at Maadid camp drags on with tired but satisfied faces. Today, everyone has faced their own fears and they have all, without exception, conquered them.
Fotos: Jota Alemán
Traducción: Elvira Avilés
(english version below)
Un gris sólido de nubes hace albergar al amanecer alguna esperanza de que el día se mantenga cubierto y el calor abrasante de la jornada anterior no se repita pero, entre ojalás o inshallahs, el cielo se despeja rápido y el sol muestra sus cartas sin dar pie a equivocación. Preparen sus gorras, sus sombreros o a lo que se quieran acoger, parece decir.
La etapa de hoy se llama “Las Arenas” y el recuerdo del primer paso de dunas de la segunda etapa, con los Land Rover clavados y sus ocupantes intentando liberarlos acude rápido a la mente. Durante el Santana Trophy uno puede llegar a creerse que lo que pasó hace apenas dos días quedó muy atrás en el pasado pero no debe engañarse porque los souvenirs del desierto regresan como un flash a la retina. Todos, en definitiva, llevan listos y a mano manómetros y compresores. La pauta clave, la fe a la que acogerse, es bajar presiones y que la reductora haga el resto.
Los equipos impares salen primeros. Se impacientan, quieren navegar ya el río de arena y que la posibilidad del naufragio se disipe rápido. Sin embargo, al abandonar el campamento de Maadid, lo primero que se encuentran las ruedas de los Santana y los Defender es un paso angosto, rocoso, escalonado y vertiginoso con cortados a ambos lados que no permiten el error. Algunos tiran de reductora mucho antes de lo que pensaban. Lo que en algún momento fueron minas que horadaron la tierra en busca de minerales ahora son pasos broncos que retan a la mecánica de la vieja caravana.
Los pares van recortándole espacio a sus compañeros, que se ven en algún apuro de navegación con opiniones divergentes sobre qué rumbo seguir, ya no sólo entre diferentes coches, sino dentro de los mismos. Una cuesta de gran desnivel pasa al lado de bloques de piedra labrados por la mano de antiguos trabajadores que dejaron sufrimientos aquí, tan abandonados como el poblado de Mfis por el que también cruzamos. Una masa de paredes de piedra apiladas que se desmoronan en las que un día vivieron los trabajadores antes de que explotar aquellos valles dejara de ser rentable.
Rumbo a Erg Chebbi. Ya es hora de testar las dunas. En el último terreno firme los equipos se arremolinan para bajar presiones de neumáticos. Todo se comprueba, se coge aire, se agarra el volante con firmeza y para adentro. Solos o en pequeños grupos van avanzando a bandazos y a revoluciones altísimas. Los primeros kilómetros de arena alternan ramblas amplias y pasos angostos entre los arbustos que desafían al desierto. A parte de algún pinchazo, nadie se queda atrás. Por el contrario, algunos se quitan rápido de encima sus temores y pasan al siguiente escenario: una pedregosa montaña rusa de cambios de rasantes y colores grises y rojos de otro planeta. La velocidad se duplica en comparación al Erg Chebbi y el mediodía empieza a asfixiar.
Un pequeño enlace de carretera nos lanza ahora a otro paraje diferente y excepcional. A ambos lados de un riachuelo de arena montañas alisadas caprichosamente por el viento nos enfilan hacia un largo bosque de espinosas acacias con pistas que serpentean entre ellas como riachuelos y que llevan a los mismos sitios.
Es lo último verde que veremos. Otro pequeño Erg rápido y de nuevo piedras afiladas y pistas que caracolean entre excavaciones mineras en activo en un paraje donde nadie esperaría que ningún ser vivo pudiese aguantar. Es lo último. La etapa de la arenas se ha convertido en la etapa del sol asfixiante. La llegada al campamento de Maadid se alarga con caras cansadas pero satisfechas. Todos hoy han enfrentado sus propios miedos y todos, sin excepción, los han vencido.
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Stage 4 - Maadid / Erg Chebbi / Maadid
Words: Ayoze ÁlvarezPhotos: Jota Alemán
Translation: Elvira Avilés
A solid grey of clouds gives us hope at dawn that the day will remain overcast, and that the scorching heat of the previous day will not be repeated. But, among ojalahs or inshallahs, the sky clears quickly and the sun shows its cards without any room for error. Get your caps, hats or whatever you want to wear, it seems to say.
Today's stage is called “The Sands" and the memory of their first dune pass during the second stage, with the Land Rovers pinned down and their occupants trying to free them, quickly comes to mind. During the Santana Trophy, you might think that what happened just two days ago is long in the past, but don't be fooled, because the souvenirs of the desert always come flooding back. Everyone, after all, has pressure gauges and compressors at the ready. The key guideline, the faith to live by, is to lower pressures and let the gearbox do the rest.
The odd-numbered teams start first. They are impatient, they want to navigate the sandy river now, so that the possibility of shipwreck dissipates quickly. However, when they leave the Maadid bivouac, the first thing the Santana and Defender wheels come across is a narrow, rocky, steep and vertiginous pass with steep cliffs on both sides that don't allow any mistakes to be made. Some use the reduction gear much sooner than they thought. What were once mines that drilled gashes into the earth in search of minerals, are now rough passes that challenge the mechanics of the old caravan.
The even numbered teams are gaining on their companions, who find themselves in a navigational predicament with divergent opinions on which way to go, not only between cars, but within them. A steep slope passes by stone blocks hewn by the hand of former labourers who left their suffering here, as abandoned as the village of Mfis which we also cross. A crumbling mass of stacked stone walls where workers once lived before the valleys were no longer profitable to exploit.
On to Erg Chebbi. It's time to test the dunes. On the last firm terrain, the teams are swarming around to lower the tyre pressures. Everything is checked, and everyone takes big last gulp of air and grips the steering wheel firmly, and off they go! Alone or in small groups, the teams move forward at very high revs. The first few kilometres of sand alternate between wide ravines and narrow passes through desert-defying bushes. Apart from the odd tyre puncture, no one was left behind. On the contrary, some quickly shake off their fears and move on to the next stage: a rocky rollercoaster of gradient changes and otherworldly reds and greys. The speed doubles compared to the Erg Chebbi and the midday sun begins to suffocate.
A small road junction now takes us to another different and exceptional spot. On both sides of a sandy stream, mountains smoothed whimsically by the wind lead us into a long forest of thorny acacia trees with tracks that wind between them like creeks and lead to the same places.
It is the last green we will see. Another quick little Erg and again sharp stones and tracks winding between active mining excavations in a place where no one would expect any living thing to be able to hold on. This is the last of it. The sandy stage has become the stage of the suffocating sun. The arrival at Maadid camp drags on with tired but satisfied faces. Today, everyone has faced their own fears and they have all, without exception, conquered them.