Texto: Ayoze Álvarez
Traducción: Elvira Avilés
Foto: Santana Trophy (VER FOTOS)
(English version below)
La ciudad del Cable Inglés amanece con el ruido de las revoluciones altas de los Land Rover llenando el silencio tempranero. Hoy es el décimo aniversario de la Santana Trophy y nadie quiere llegar tarde a la cita. El barco zarpa a las 11:00 y no es piadoso con el rezagado.
Santanas Serie II, pasaportes franceses, varios Aníbal, acentos escoceses y de las varias esquinas de España, los Defender, un Santana 2000, amarillos, rojos, azules, verdes, de Suiza y de Países Bajos, 109 Especial, Serie III y IV, los Serie de Solihull prestos desde el otro lado del canal, 2500, los Ligero y nuestra familia bávara. Un revoltijo de hierro y de idiomas que huelen a valvulina y que se convierten en una masa lenta y asombrosa, llena de cientos de pequeñísimos detalles diferenciadores en insignias, banderas, parrillas, retrovisores, configuraciones de techos y pegatinas.
Los adhesivos con los colores de los patrocinadores oficiales adheridos a sus carrocerías les dan un común denominador. Se reflejan en sus chapas los nombres de Green & Gold, la Casa del Habano de Hamburgo y Alrosolar. Empresas de amantes de los Land Rover que aportan, contribuyen y acompañan al convoy y sin cuya fuerza todo sería un poquito más difícil. Aún. La mitad de los participantes ya lucen sus dorsales en las puertas tras someterse durante el viernes al ojo examinador de los verificadores: jerrycans, agua, víveres, eslingas, botiquín… Cada check al lado de su casilla o no hay visto bueno ni carnet de ruta. A rajatabla.
El buque va tragándose uno a uno a los Land Rover y las gaviotas se alistan a la despedida con puntualidad británica. No las para el viento y a nosotros tampoco. Nos empuja el Mediterráneo y consumimos las largas horas de mar con el obligado paso por los funcionarios que sellan los pasaportes con parsimonia marinera. El primer briefing es en cubierta, tripulación improvisada, atenta e impaciente, con el cuchillo apretado en la mandíbula. Abordamos roadbooks, cambios horarios, dirhams. En español y en inglés. El salitre se posa en la piel y pronto se mezclará con fes-fes.
La noche en el mar fue siempre oscura para el que navegaba. Melilla la Vieja se ilumina al fondo como un alivio y a su lado el puerto de Bensi Enzar convive esperando que echemos el ancla. La luz azulada y el kilométrico bullicio de las avenidas interminables de Nador son la insinuante invitación a fundirnos en la milenaria cultura transfronteriza, en la historia más allá del mar.
Los Dromedaires, los participantes veteranos, avanzan con la naturalidad del experto que sabe que nada es inmutable. El dromedario es un animal prudente, lento y capaz de sobrevivir días con sus provisiones. Como un Land Rover. Sólo 80 kilómetros hasta el primer campamento. Sólo 80 kilómetros para por fin empezar, mañana pronto, la primera etapa. En la inmensidad de la noche es imposible ver que dormimos junto al Muluya embalsado. Bienvenidos al desierto, bienvenidos a la X Edición de Santana Trophy.
All good stories start with their particular beginning,and that of the Santana Trophy repeats itself every edition, but it's always different, full of distinguishing nuances. A mix between Groundhog Day and spot-the-difference. The usual arrival at the parking lot of Puerto de Almería resembles the annual photo of the child starting the school year, each year a little taller but the same mischievous expression that never changes. The hustle and bustle, and the last-minute scurrying around the cars frustrate photographers. Others wait patiently with military precision.
The city of the English cable awakens with the noise of Land Rovers revving up, filling the early silence. Today marks the tenth anniversary of the Santana Trophy, and no one wants to be late for the appointment. The boat sets sail at 11:00 and is merciless to the tardy.
Santana Series II, French passports, several Aníbal, Scottish and Spanish accents, Defenders, a Santana 2000, yellows, reds, blues, greens, from Switzerland and the Netherlands, 109 Special, Series III and IV, Series from Solihull ready from across the channel, 2500, the Light and our Bavarian family. A mishmash of iron and languages that smell of gear oil and become a slow and astonishing mass, full of hundreds of tiny distinguishing details in badges, flags, grilles, mirrors, roof configurations, and stickers.
The decals with the colors of the official sponsors adhered to their vehicles give them a common denominator. The names of Green & Gold, La Casa del Habano from Hamburg, and Alrosolar are reflected on their plates. Companies of Land Rover enthusiasts that contribute and accompany the convoy, without whose support everything would be a bit more difficult. Still. Half of the participants already display their numbers on the doors after submitting to the scrutinizing eye of the verifiers on Friday: jerrycans, water, provisions, slings, first aid kit... Each checkmark beside its box or there's no approval nor roadbook. By the book.
The ship swallows up the Land Rovers one by one, and the seagulls prepare for departure with British punctuality. Neither the wind nor us can stop them. The Mediterranean pushes us forward, and we pass the long hours at sea with the compulsory stops at the officials who stamp passports with maritime languor. The first briefing is on deck, with an improvised, attentive, and impatient crew, the knife clenched in our jaws. We go over roadbooks, time zone changes, dirhams. In Spanish and English. The salt settles on the skin and soon mixes with fes-fes.
The night at sea was always dark for the navigator. Old Melilla lights up in the distance like a relief, and next to it, the port of Bensi Enzar awaits for us to drop the anchor. The bluish light and the kilometer-long bustle of Nador's endless avenues are the enticing invitation to immerse ourselves in the millennia-old transborder culture, in the history beyond the sea.
The Dromedaries, the veteran participants, move forward with the ease of experts who know that nothing is immutable. The dromedary is a prudent animal, slow, capable of surviving days with its provisions. Like a Land Rover. Only 80 kilometers to the first camp. Only 80 kilometers to finally start, early tomorrow, the first stage. In the vastness of the night, it's impossible to see that we sleep beside the dammed Muluya. Welcome to the desert, welcome to the X Edition of the Santana Trophy.
Traducción: Elvira Avilés
Foto: Santana Trophy (VER FOTOS)
(English version below)
Todas las buenas historias comienzan por su particular principio. El de la Santana Trophy se repite cada edición, pero siempre es distinto, lleno de matices diferenciadores. Una mezcla entre el día de la marmota y el encuentra las siete diferencias. La habitual llegada al aparcamiento del Puerto de Almería se asemeja a la foto anual del niño que empieza el curso escolar, cada año un poquito más alto, las espaldas más fuertes pero la misma expresión pícara que no cambia. El bullicio y los últimos correteos de algunos en torno a los coches frustra a los fotógrafos como el correteo de los escolares frente a la profesora que trata de contenerlos a duras penas. Otros aguardan con paciencia marcial.
La ciudad del Cable Inglés amanece con el ruido de las revoluciones altas de los Land Rover llenando el silencio tempranero. Hoy es el décimo aniversario de la Santana Trophy y nadie quiere llegar tarde a la cita. El barco zarpa a las 11:00 y no es piadoso con el rezagado.
Santanas Serie II, pasaportes franceses, varios Aníbal, acentos escoceses y de las varias esquinas de España, los Defender, un Santana 2000, amarillos, rojos, azules, verdes, de Suiza y de Países Bajos, 109 Especial, Serie III y IV, los Serie de Solihull prestos desde el otro lado del canal, 2500, los Ligero y nuestra familia bávara. Un revoltijo de hierro y de idiomas que huelen a valvulina y que se convierten en una masa lenta y asombrosa, llena de cientos de pequeñísimos detalles diferenciadores en insignias, banderas, parrillas, retrovisores, configuraciones de techos y pegatinas.
Los adhesivos con los colores de los patrocinadores oficiales adheridos a sus carrocerías les dan un común denominador. Se reflejan en sus chapas los nombres de Green & Gold, la Casa del Habano de Hamburgo y Alrosolar. Empresas de amantes de los Land Rover que aportan, contribuyen y acompañan al convoy y sin cuya fuerza todo sería un poquito más difícil. Aún. La mitad de los participantes ya lucen sus dorsales en las puertas tras someterse durante el viernes al ojo examinador de los verificadores: jerrycans, agua, víveres, eslingas, botiquín… Cada check al lado de su casilla o no hay visto bueno ni carnet de ruta. A rajatabla.
El buque va tragándose uno a uno a los Land Rover y las gaviotas se alistan a la despedida con puntualidad británica. No las para el viento y a nosotros tampoco. Nos empuja el Mediterráneo y consumimos las largas horas de mar con el obligado paso por los funcionarios que sellan los pasaportes con parsimonia marinera. El primer briefing es en cubierta, tripulación improvisada, atenta e impaciente, con el cuchillo apretado en la mandíbula. Abordamos roadbooks, cambios horarios, dirhams. En español y en inglés. El salitre se posa en la piel y pronto se mezclará con fes-fes.
La noche en el mar fue siempre oscura para el que navegaba. Melilla la Vieja se ilumina al fondo como un alivio y a su lado el puerto de Bensi Enzar convive esperando que echemos el ancla. La luz azulada y el kilométrico bullicio de las avenidas interminables de Nador son la insinuante invitación a fundirnos en la milenaria cultura transfronteriza, en la historia más allá del mar.
Los Dromedaires, los participantes veteranos, avanzan con la naturalidad del experto que sabe que nada es inmutable. El dromedario es un animal prudente, lento y capaz de sobrevivir días con sus provisiones. Como un Land Rover. Sólo 80 kilómetros hasta el primer campamento. Sólo 80 kilómetros para por fin empezar, mañana pronto, la primera etapa. En la inmensidad de la noche es imposible ver que dormimos junto al Muluya embalsado. Bienvenidos al desierto, bienvenidos a la X Edición de Santana Trophy.
TECHNICAL INSPECTION AND STAGE 0
Text: Ayoze Álvarez
Translation: Elvira Avilés
Photo: Santana Trophy
Text: Ayoze Álvarez
Translation: Elvira Avilés
Photo: Santana Trophy
All good stories start with their particular beginning,and that of the Santana Trophy repeats itself every edition, but it's always different, full of distinguishing nuances. A mix between Groundhog Day and spot-the-difference. The usual arrival at the parking lot of Puerto de Almería resembles the annual photo of the child starting the school year, each year a little taller but the same mischievous expression that never changes. The hustle and bustle, and the last-minute scurrying around the cars frustrate photographers. Others wait patiently with military precision.
The city of the English cable awakens with the noise of Land Rovers revving up, filling the early silence. Today marks the tenth anniversary of the Santana Trophy, and no one wants to be late for the appointment. The boat sets sail at 11:00 and is merciless to the tardy.
Santana Series II, French passports, several Aníbal, Scottish and Spanish accents, Defenders, a Santana 2000, yellows, reds, blues, greens, from Switzerland and the Netherlands, 109 Special, Series III and IV, Series from Solihull ready from across the channel, 2500, the Light and our Bavarian family. A mishmash of iron and languages that smell of gear oil and become a slow and astonishing mass, full of hundreds of tiny distinguishing details in badges, flags, grilles, mirrors, roof configurations, and stickers.
The decals with the colors of the official sponsors adhered to their vehicles give them a common denominator. The names of Green & Gold, La Casa del Habano from Hamburg, and Alrosolar are reflected on their plates. Companies of Land Rover enthusiasts that contribute and accompany the convoy, without whose support everything would be a bit more difficult. Still. Half of the participants already display their numbers on the doors after submitting to the scrutinizing eye of the verifiers on Friday: jerrycans, water, provisions, slings, first aid kit... Each checkmark beside its box or there's no approval nor roadbook. By the book.
The ship swallows up the Land Rovers one by one, and the seagulls prepare for departure with British punctuality. Neither the wind nor us can stop them. The Mediterranean pushes us forward, and we pass the long hours at sea with the compulsory stops at the officials who stamp passports with maritime languor. The first briefing is on deck, with an improvised, attentive, and impatient crew, the knife clenched in our jaws. We go over roadbooks, time zone changes, dirhams. In Spanish and English. The salt settles on the skin and soon mixes with fes-fes.
The night at sea was always dark for the navigator. Old Melilla lights up in the distance like a relief, and next to it, the port of Bensi Enzar awaits for us to drop the anchor. The bluish light and the kilometer-long bustle of Nador's endless avenues are the enticing invitation to immerse ourselves in the millennia-old transborder culture, in the history beyond the sea.
The Dromedaries, the veteran participants, move forward with the ease of experts who know that nothing is immutable. The dromedary is a prudent animal, slow, capable of surviving days with its provisions. Like a Land Rover. Only 80 kilometers to the first camp. Only 80 kilometers to finally start, early tomorrow, the first stage. In the vastness of the night, it's impossible to see that we sleep beside the dammed Muluya. Welcome to the desert, welcome to the X Edition of the Santana Trophy.