Texto: Ayoze Álvarez
Fotos: Jota Alemán
Traducción: Elvira Avilés
(english version below)
Tres noches después de llegar a Maadid, la quinta etapa amanece con el objetivo de un nuevo destino mucho más al norte. Cumpliendo con la alternancia sagrada, los equipos pares avanzan primero hacia la salida para enfilar pronto los 240 kilómetros de carretera que empujan a los Land Rover por el mapa hacia la frontera con Argelia. La vuelta al Mediterráneo se labra desde hoy.
El cielo plomizo, cubierto por una densa bruma arenosa que se interpone entre el suelo y el sol, da una tregua en la batalla que lleva librando los dos últimos días con la caravana. El aire hoy no acaricia con brasas.
Remontamos en los primeros kilómetros suficiente altura para poder ver desde la carretera de curvas largas el verdor del palmeral del Valle del Ziz. La vista del paisaje verde se aprovecha con avidez. Los equipos se avituallan en las pequeñas y bulliciosas poblaciones que vamos encontrando y los más previsores avanzan sin despegar el pie del acelerador.
Después de la multitud de cambios de paisajes de los días anteriores, la etapa de hoy se define por la palabra llanura. Largas, amplias, amplísimas llanuras. Las pistas son benévolas, sin oueds ni suelos rotos agazapados para cazar al incauto. El paisaje, sin embargo, no escatima en un derroche de colores. Pistas blancas y duras de repente se convierten en fugaces pasos de arena ocre. Los terrosos se degradan en todos sus matices y hasta los infinitos campos de camel grass se superponen entre saturaciones de verdes y amarillos. Los Land Rover avanzan degustando, paladeando el manjar antes de que se acabe. La tierra fina depositada por el viento en las roderas del camino estalla en el aire como fuegos artificiales al paso de los equipos más rápidos. Los copilotos se afanan en la navegación y las incidencias mecánicas son las mínimas, achaques naturales después de días de acumulación de desgastes.
La línea del horizonte se difumina por el fes-fes y bajo los grandes árboles que se recortan contra ella los equipos se van conjurando para un último almuerzo en pistas. Como una alfombra a la que alguien sacudiese y dejase un extremo lleno de pliegos y dobleces, la llanura de repente se ondula con líneas agradables a medida que nos acercamos a las montañas que llevamos viendo todo el día a lo lejos.
The first kilometres carry the teams upwards, where they are able to observe the greenness that is the palm groves in the Ziz Valley; after such barren landscapes, the view is welcome. The teams stop in the small stores that dot the villages, but the most precautious ones roll on, longing to reach finish line.
After the changes in landscape, from the last days, today’s stage can surely be defined by the Word plateau. Long, wide, unending plateaus, with no oueds, broken paths or hidden potholes; colored in a million different shades of every hue. The White tracks against the ocrhe of the small Sandy passes; the earthy tones of the camel grass battling with a variety of greens and yellows. As the Land Rovers advance, the air blows up in a millions particles of dust that cover everything as the fastest teams race towards camp. Luckily, there are barely any technical problems, other tahn those producto of the sheer accumulation of kilometres.
The horizon is almost invisible against the fes-fes as the teams gather for a last lunch on the road, under the few tres that offer some kind of respite against the boiling heat. The day advances and the plateau gives way to small Rolling hills and the mountains that have been the backdrop for most of today’s stage.
The vehicles sacle a steep port, only to arrive at another endless plateau covered in camel grass as far as the eye can see, and them, barely a dot in the distance, is the last camp. The Great Adventure is a beacon towards which all the teams move. All the teams gather together, pressed against the wind that runs freely in this area, just like the Land Rover spirit.
Fotos: Jota Alemán
Traducción: Elvira Avilés
(english version below)
Tres noches después de llegar a Maadid, la quinta etapa amanece con el objetivo de un nuevo destino mucho más al norte. Cumpliendo con la alternancia sagrada, los equipos pares avanzan primero hacia la salida para enfilar pronto los 240 kilómetros de carretera que empujan a los Land Rover por el mapa hacia la frontera con Argelia. La vuelta al Mediterráneo se labra desde hoy.
El cielo plomizo, cubierto por una densa bruma arenosa que se interpone entre el suelo y el sol, da una tregua en la batalla que lleva librando los dos últimos días con la caravana. El aire hoy no acaricia con brasas.
Remontamos en los primeros kilómetros suficiente altura para poder ver desde la carretera de curvas largas el verdor del palmeral del Valle del Ziz. La vista del paisaje verde se aprovecha con avidez. Los equipos se avituallan en las pequeñas y bulliciosas poblaciones que vamos encontrando y los más previsores avanzan sin despegar el pie del acelerador.
Después de la multitud de cambios de paisajes de los días anteriores, la etapa de hoy se define por la palabra llanura. Largas, amplias, amplísimas llanuras. Las pistas son benévolas, sin oueds ni suelos rotos agazapados para cazar al incauto. El paisaje, sin embargo, no escatima en un derroche de colores. Pistas blancas y duras de repente se convierten en fugaces pasos de arena ocre. Los terrosos se degradan en todos sus matices y hasta los infinitos campos de camel grass se superponen entre saturaciones de verdes y amarillos. Los Land Rover avanzan degustando, paladeando el manjar antes de que se acabe. La tierra fina depositada por el viento en las roderas del camino estalla en el aire como fuegos artificiales al paso de los equipos más rápidos. Los copilotos se afanan en la navegación y las incidencias mecánicas son las mínimas, achaques naturales después de días de acumulación de desgastes.
La línea del horizonte se difumina por el fes-fes y bajo los grandes árboles que se recortan contra ella los equipos se van conjurando para un último almuerzo en pistas. Como una alfombra a la que alguien sacudiese y dejase un extremo lleno de pliegos y dobleces, la llanura de repente se ondula con líneas agradables a medida que nos acercamos a las montañas que llevamos viendo todo el día a lo lejos.
Recorremos un desfiladero al abrigo de las rojizas formaciones rocosas salpicadas de mata de camello y un puerto empinadísimo con un gran desnivel, pavimentado con áridos que soporten el arrastre de las aguas de las tormentas obliga a poner las marchas más cortas y exigir a los Santanas que se fatiguen escalándolo. El sol, inédito toda la jornada, nos regala unos rayos dorados que obligan a plegarse ante la belleza de estos parajes.
Coronado el puerto, no hay horizonte. Solo arena compacta y camel grass allá a donde mires. En la mitad de la soledad más aislada que uno pueda imaginar, el último campamento de La Gran Aventura se convierte en el faro al que todos los equipos se dirigen. Los metales de las viejas carrocerías de los Defender y los Santana se juntan lo máximo posible para servir de parapeto ante el viento que aquí arriba corretea libre, sin nada que lo detenga, como el espíritu de un Land Rover.
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Photos: Jota Alemán
Translation: Elvira Avilés
Three nights afeter arriving in Maadid, the 5th stage will finish much closer to the north. Even numbered teams start this time, eager to start (and finish) the 240 km that push the Land Rovers across the map and towards the border to Algeria. We are beginning the return to the Mediterranean.
Luckily, the sky is mostly overcast today, and the teams aren’t battling the scorching sun anymore. Dust and sand hang in the air, a small semblance to fog, which gives a small reprieve in contrast to the last two days.
Coronado el puerto, no hay horizonte. Solo arena compacta y camel grass allá a donde mires. En la mitad de la soledad más aislada que uno pueda imaginar, el último campamento de La Gran Aventura se convierte en el faro al que todos los equipos se dirigen. Los metales de las viejas carrocerías de los Defender y los Santana se juntan lo máximo posible para servir de parapeto ante el viento que aquí arriba corretea libre, sin nada que lo detenga, como el espíritu de un Land Rover.
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Stage 5 - Maadid / Boubnib / Anoual
Words: Ayoze ÁlvarezPhotos: Jota Alemán
Translation: Elvira Avilés
Three nights afeter arriving in Maadid, the 5th stage will finish much closer to the north. Even numbered teams start this time, eager to start (and finish) the 240 km that push the Land Rovers across the map and towards the border to Algeria. We are beginning the return to the Mediterranean.
Luckily, the sky is mostly overcast today, and the teams aren’t battling the scorching sun anymore. Dust and sand hang in the air, a small semblance to fog, which gives a small reprieve in contrast to the last two days.
The first kilometres carry the teams upwards, where they are able to observe the greenness that is the palm groves in the Ziz Valley; after such barren landscapes, the view is welcome. The teams stop in the small stores that dot the villages, but the most precautious ones roll on, longing to reach finish line.
After the changes in landscape, from the last days, today’s stage can surely be defined by the Word plateau. Long, wide, unending plateaus, with no oueds, broken paths or hidden potholes; colored in a million different shades of every hue. The White tracks against the ocrhe of the small Sandy passes; the earthy tones of the camel grass battling with a variety of greens and yellows. As the Land Rovers advance, the air blows up in a millions particles of dust that cover everything as the fastest teams race towards camp. Luckily, there are barely any technical problems, other tahn those producto of the sheer accumulation of kilometres.
The horizon is almost invisible against the fes-fes as the teams gather for a last lunch on the road, under the few tres that offer some kind of respite against the boiling heat. The day advances and the plateau gives way to small Rolling hills and the mountains that have been the backdrop for most of today’s stage.
The vehicles sacle a steep port, only to arrive at another endless plateau covered in camel grass as far as the eye can see, and them, barely a dot in the distance, is the last camp. The Great Adventure is a beacon towards which all the teams move. All the teams gather together, pressed against the wind that runs freely in this area, just like the Land Rover spirit.